Llevo tiempo experimentando en la cocina para hacer la versión perfecta de la crema Budwig anticáncer. Desde que la Dr.Budwig la ideó, se han hecho muchas interpretaciones, pero, a mi modo de ver, ninguna es lo suficientemente rica como para engancharnos de por vida e incluirla en nuestro día a día; Sobre todo cuando tratamos de hacer su semejante vegana, mejorada y con más propiedades que la original.
Se trata de una crema anticancerígena que deberíamos introducir en nuestros desayunos como preventivo y sistema para oxigenar nuestras células evitando así la proliferación de células cancerosas.
Para conocer la razón de ser de la crema, tenemos que remontarnos a 1931 cuando el científico Otto H.Warburg recibió el premio Nobel por sus investigaciones sobre el citocromo oxidasa en la respiración celular y, cómo este facilita el paso de oxígeno a la célula para la generación de energía.
En sus investigaciones vio que las células cancerosas pueden reproducirse y multiplicarse sin oxígeno, alimentándose de glucosa e inmersas en el medio ácido que genera su metabolización.
Warburg, sin mucho éxito, buscó la manera de introducir oxígeno en las células cancerosas para evitar su proliferación, y descubrió cómo los ácidos grasos eran imprescindibles para transportar oxígeno a la célula.
A partir de aquí la Dr Johanna Budwig, científica alemana y candidata a Premio Nobel siete veces, decide profundizar en los descubrimientos de Warburg, experimentando con ácidos grasos para hacer llegar oxígeno a las células cancerosas.
La doctora descubrió como los ácidos grasos omega 3, en concreto el aceite de lino, era imprescindible en la reparación de la membrana celular permitiendo así su oxigenación. Para ello, antes de llegar a la célula, los ácidos grasos debían atravesar la pared intestinal.
Los aminoácidos azufrados contenidos en el quark (requesón bajo en grasa) en combinación con el aceite de lino, formaban la emulsión perfecta para atravesar la barrera intestinal y llegar hasta la célula. Este fue el origen de la crema Budwig, que más tarde re-interpretó la doctora Kousmine, añadiendo limón, frutas, semillas y cereales molidos.
En mi receta he sustituido el lácteo (requesón) por los aminoácidos azufrados contenidos en la mantequilla de almendra cruda y quinoa molida. Ambos, combinados con el aceite de lino forman la fórmula perfecta. El Granero Integral tiene el superalimento Q de quinoa molida que te permite hacer un desayuno rápido sin tener que preocuparte de moler la quinoa en el momento.
Para aportar fibra a la mezcla y favorecer el transito intestinal he incluido el LAX, una mezcla de salvado y psyllium de El Granero Integral, y INM una estupenda combinación hongos adaptógenos anticancerígenos hecha a base de reishi, maitake y shiitake de Granero Integral.
Para terminar, al igual que la doctora Kousmine, he añadido limón para mejorar la absorción de las grasas y regular el pH, semillas de lino y girasol molidas en mortero, nueces machacadas ricas en omega 3 y granada.
Puedes aprender estas y otras recetas de desayunos saludables en los cursos de la escuela de Biococina El Sentido del Gusto.
Preparación
Diluimos la crema de almendra en el agua y limón hasta obtener la textura de un yogur. Añadimos el lino y mezclamos bien. Incorporamos el superalimento Quinoa junto con el resto de ingredientes y batimos hasta conseguir una textura homogénea. Si fuera necesario añadimos más agua hasta conseguir la consistencia de un yogur fluido.
Decoramos con granada.